A finales de 1999, un año después de la firma del Acuerdo de Belfast, el IRA empezó a presionar a los británicos para conseguir una amnistía para sus Voluntarios, los conocidos como los on-the-run (OTR por sus siglas en inglés), fugitivos de la justicia, que se encontraban escondidos en la República de Irlanda o en Estados Unidos.

Sus crímenes habían sido asesinatos, tentativas de asesinato y atentados terroristas.

Como recogen los Documentos de Divulgación Downey y el Informe de la Revisión Hallett, los británicos decían a los negociadores del IRA que la independencia nominal del Fiscal General y los tribunales de Gran Bretaña implicaba que el Primer Ministro británico no podía simplemente ordenarles que retiraran los cargos de delitos tan graves.

Los «OTR» —los fugitivos— representaban un problema de complicada naturaleza.

Además, en esa etapa, los británicos se quejaban al IRA de que el número de casos presentados por el IRA había aumentado de unos 20 a la alarmante cantidad de 30 o más. Manifestaban que un incremento de esa magnitud causaría problemas.

Mientras, por buenas razones, los británicos retrasaban de manera manifiesta cualquier solución prevista a los OTR del IRA, en el número 10 de Downing Street se recibió una impactante carta remitida por el Taoiseach (el primer ministro irlandés), Bertie Ahern, el 23 de diciembre de 1999.

El primer ministro irlandés, Ahern, exigió al primer ministro británico, Tony Blair, que cancelara de forma inmediata todos los procesos pendientes de los fugitivos del IRA, incluidos todos los casos pendientes de extradición, entre otras razones porque el Gobierno de Irlanda iba a hacerlo.

De hecho, Ahern afirmó que el Gobierno irlandés comunicaría a todos los gobiernos extranjeros, en particular a Estados Unidos, que cualquier extradición o enjuiciamiento de terroristas buscados del IRA debía retirarse de manera discreta.

Mientras los británicos intentaban mantener de forma sutil que el fiscal general y los tribunales británicos debían permanecer totalmente independientes del gobierno vigente —Ahern declaraba de manera explícita que el gobierno irlandés no sufría tales complicaciones— el fiscal general irlandés, el director de la Fiscalía Pública irlandesa, la Policía Nacional (An Garda Síochána) y los tribunales estaban sujetos a la voluntad del Taoiseach (el primer ministro irlandés) de turno e iban a hacer lo que se les ordenaba: retirar de forma discreta todas las investigaciones y enjuiciamientos pendientes de terroristas del IRA buscados.

Bertie Ahern corrompió de un golpe el sistema de justicia irlandés —destruyó la independencia que el Gobierno tenía del fiscal general, el director de la Fiscalía Pública y de tribunales y jueces— y comenzó la traición secreta a las víctimas inocentes del IRA, a esos ciudadanos a quienes el IRA había secuestrado, torturado y asesinado en sus cámaras secretas de tortura a lo largo de la frontera durante muchos años.

De una tacada, Bertie Ahern destrozó la duradera garantía que tenía la policía irlandesa, An Garda Síochána, desarmada en gran parte, de que los asesinos de agentes de policía debían cumplir un mínimo de 40 años en prisión.

Ahern sabía que pretendía impedir el enjuiciamiento o asegurar la liberación anticipada de asesinos del IRA que habían matado a miembros de An Garda Síochána, a policías como Jerry McCabe, Patrick Morrissey, Francis Hand, Gary Sheehan, Patrick Reynolds y Seamus Quaid, Michael Clerkin, Samuel Donegan y Richad Fallon.

Uno puede imaginarse que, si la última esperanza que tenían las víctimas de torturas y asesinatos del IRA, como Tom Oliver, Terence McKeevery tantos otros poco antes de que los llevasen hasta carreteras fronterizas para matarlos de un disparo en la nuca, era que, por lo menos, el Estado irlandés nunca cedería en su determinación de llevar ante la justicia a aquellos que habían cometido esos asesinatos, Bertie Ahern, de un golpe, los traicionó a todos al hacer desaparecer y blanquear el largo historial del IRA de atrocidades cometidas en contra de los derechos humanos en el territorio de la República de Irlanda.

Después de la suplicante carta de Bertie Ahern a Tony Blair en nombre de los fugitivos del Consejo del Ejército del IRA, el número de casos de OTR presentados a los británicos por los negociadores del IRA aumentó de 30 a 228…

  • El entonces jefe adjunto, ahora director adjunto, del PSNI, el Servicio de Policía de Irlanda del Norte, Drew Harris, formuló las siguientes observaciones al Comité el 7 de mayo de 2014 con respecto al tipo de personas que habían sido incluidas en las listas del Sinn Féin y declaró:

«Cuando uno lee los 228 nombres de la lista, ve que en ella hay personas que son, en términos propios, sin duda «notorias». 95 de esos individuos están vinculados de un modo u otro a 200 investigaciones de asesinato, pero ese vínculo solo puede estar en el servicio de inteligencia. Ahora, todo eso está en proceso de evaluación».
Por lo tanto, tenemos varios motivos de preocupación con respecto al tipo de personas que se encuentran en las listas del Sinn Féin.

  • Estamos preocupados en especial por los comentarios de Barra McGrory acerca de que «en circunstancias normales, la policía habría querido hablar con» esas personas. Lo normal sería que la policía hubiera hablado con los sospechosos o presuntos sospechosos, pero no lo hizo con los OTR. Esto quiere decir que la policía no tuvo la oportunidad de detener y acusar a esas personas como resultado de un interrogatorio. Parece que se produjo una posible distorsión del curso de la justicia.
  • Por último, el hecho de que 95 destinatarios de esas cartas estén potencialmente vinculados a 295 asesinatos es sin duda significativo, aunque sea a través de Inteligencia, y plantea la cuestión de por qué se enviaron las cartas si ese era el caso. Nos quedamos con la pregunta de si se aplicó alguna presión política para garantizar que las cartas se enviasen lo más rápidamente posible.

https://publications.parliament.uk/pa/cm201415/cmselect/cmniaf/177/17705.htm#note35

Blair, alentado por el precedente de la decisión del primer ministro de Irlanda de hacer desaparecer por completo el historial de atrocidades del IRA contra los derechos humanos, siguió el ejemplo e inició lo que llegó a conocerse como la solución «administrativa» para los fugitivos del IRA: la callada presión silenciosa sobre el fiscal general, el director de la Fiscalía Pública, la Policía y los servicios de seguridad de Gran Bretaña para que borrasen todos y cada uno de los casos pendientes de enjuiciamiento y extradición contra terroristas buscados del IRA.

De hecho, los gobiernos irlandés y británico, con el acuerdo de las administraciones estadounidenses, procedieron a reconocer retrospectivamente todo el terrorismo del IRA como de naturaleza fundamentalmente política y, por lo tanto, los absolvió de cualquier origen criminal. De hecho, fue muy conveniente que fuera Bertie Ahern, uno de los políticos más corruptos de la Irlanda moderna, quien puso en marcha la traición de víctimas inocentes del IRA.

Junto con la larga lista de atrocidades contra los derechos humanos del IRA, la era de las víctimas Inocentes del IRA ahora está totalmente borrada y olvidada.